Mh: Vidas «ejemplares»

por | Jun 3, 2015 | 0 Comentarios

Hay libros que valen un tesoro. O más. Y no tanto porque puedan ser bonitos, antiguos, exclusivos o caros. En muchas ocasiones, es la información que contienen lo que los hace tan valiosos. Para alguien que trabaja como documentalista, estos libros o manuscritos son una bendición del cielo. Y hablando de cielo…

Si hubiera que elegir entre todos los libros publicados a lo largo de los siglos sobre la historia de Badajoz cuáles son los más importantes, estoy seguro de que muchos, quizás todos, de los historiadores e investigadores elegirían en uno de los primerísimos lugares de su lista particular el manuscrito que un canónigo de la Catedral de Badajoz escribió a lo largo de muchos años en el siglo XVII con documentos que sacaba del propio archivo de la Catedral. Una labor de auténtico documentalista. El canónigo se llamaba Juan Solano de Figueroa (1610-1684), y su obra la tituló Historia Eclesiástica de la Çiudad y Obispado de Badajoz. Sus Obispos. Con la memoria de muchos varones ilustres en santidad, sus hijos y naturales.

Portada Solano

En la obra, Solano hace un recorrido por la historia de Badajoz y sus obispos, mezclando en muchas ocasiones viejos cronicones legendarios con noticias ciertas de la diócesis, de las que él tuvo conocimiento por los documentos del archivo. Por tanto, aunque hay que saber que no todo lo de Solano es cierto, es una fuente bastante fiable para los acontecimientos relacionados con la ciudad entre los siglos XIII y XVII, sobre todo porque se apoya en documentos para escribirla.

Solano

Página del manuscrito de Solano de Figueroa, reproducida en la edición de Tejada Vizuete.

Y en su obra, Solano presta mucha atención a la vida y obra de los Obispos de la diócesis, claro, tal como indica en el título. Pero, de forma tangencial, da una cantidad apabullante de datos sobre la vida cotidiana de la ciudad, lo que ha facilitado muchísimo nuestro conocimiento del Badajoz de esos siglos. Por supuesto, la mayoría de las historias que cuenta son positivas para el cabildo de la Catedral o sus obispos, pero de vez en cuando recoge algunas “perlas” dignas de ser contadas. Hoy vamos a ver un par de ellas. La historia de un arrepentido y la de unas monjas okupas.

La primera tuvo lugar en 1411 y cuenta cómo Juan Martínez de Maiorga, provisor del obispo Diego Badán, se dirigió a Avignon, donde residía entonces el Papa y pidió al pontífice públicamente misericordia por sus muchas culpas. Ojo, hablamos del juez que se ocupaba de todas las causas eclesiásticas de la diócesis. Nada raro, hasta que vemos la lista de las culpas en que él mismo reconoció haber incurrido: «que avía herido a clérigos seculares y regulares con efusión de sangre; que jugaba a dados y juegos prohibidos; que entraba en tabernas y lugares indecentes; que comunicaba con excomulgados y entredichos; que no pagaba diezmos ni subsidios; que celebraba [misas] estando excomulgado, entredicho y suspenso; que no rezaba las horas canónicas; que no guardaba constituciones de la iglesia ni sínodos del obispado». Hablando en cristiano, nunca mejor dicho, que había herido a curas y monjes, que jugaba, bebía e iba a prostíbulos, que no pagaba impuestos, que celebraba misa estando excomulgado, que no rezaba y que no seguía las normas establecidas por la iglesia. Una joya de juez, vamos.

Ante tamaño arrepentimiento (Solano dice que la narrativa, por ser suia, se puede tener por çierta), desde Avignon se le enviaba de vuelta a Badajoz absuelto de todos sus pecados y con una penitencia muy leve para la gravedad de los hechos. Aunque eso sí, faltaba un requisito. Se le pedía al obispo de Badajoz que le tomara juramento sobre cierta cuestión. Al propio Solano le da algo de vergüenza escribirlo, como el mismo dice, “quédese en el latín esta cláusula por la pureza de nuestro ministerio”. ¿Y qué decía ese juramento? Pues se pedía tomar juramento «quod de cetero in sua vel aliena domo no tenebit concubinam.» Que traducido viene a decir que le pedían que jurara que, aparte de todo lo demás, que ya era mucho, no tenía concubina ni en su casa ni en cualquier otra casa. Está claro que no se fiaban un pelo de Juan Martínez de Maiorga. Solano, sin embargo, muestra misericordia con él, pues tal como escribe para finalizar el relato, “de un escalón hollado se sube a lo más alto de la vivienda, con que los mismos viçios (deçía San Agustín) nos pueden servir de escala para el çielo, pisando aquello mismo que nos ayudó a caer

Para el segundo episodio hay que adelantarse en el tiempo más de 200 años, para llegar al 7 de abril de 1623. Ese día, las monjas del convento de Santa Catalina, situado donde después se establecerían los jesuitas, decidieron que ese edificio ya no les valía «para criar en él mugeres de calidad y virtud (aviendo tenido muchas con estas prendas)». Y haciendo una maniobra que nos asombra, porque pensamos que esas cosas son de hoy día, de movimientos radikales y demás, «se determinaron por ocupar otro sitio, que ni era suio ni se lo consintieron. […] Se entraron una noche en las cassas del doctor Alonso Salgado, canónigo de esta iglesia, en la plaza que llaman Canpo de San Juan, junto a la Catedral«. Que okuparon unas casas que no eran suyas, de noche. Muy modernas las monjas. Y además lo hicieron en plena Semana Santa, por lo que no se hizo nada contra ellas hasta la semana siguiente, pues el cabildo estaba muy ocupado.

El interior de la iglesia del antiguo convento de Santa Catalina, hoy en restauración. Fotografía de José Vicente Arnelas Guerrero para Diario HOY

Hasta las casas ocupadas acudieron el sábado siguiente el provisor (el juez) del cabildo catedralicio y el corregidor (el alcalde) y tuvieron que emplearse a fondo, «porque se defendían bien las sitiadas«, en palabras de Solano. No hubo forma de convencerlas de que salieran de allí, hasta que finalmente accedieron cuando se les prometió una vivienda dign…, digo un sitio para el convento.

Finalmente, el uno de enero de 1624 se mudaron las monjas al nuevo convento, situado en el inmueble que hoy alberga a la Diputación de Badajoz y el Consejo Consultivo, donde hasta el siglo pasado estuvo el Instituto Bárbara de Braganza, en plena calle Obispo.

Situación del nuevo convento de Santa Catalina

Marcada en azul, la situación del «nuevo» convento de Santa Catalina. Imagen: Google maps

Eso sí, la okupación no les salió gratis, pues «aunque todas eran buenas religiosas, la acción enpero pedía algún género de castigo y assí se le dio el prelado con enviarlas del convento de San Onofre, con título de reformadoras, a Constança de Jesús por priora y a doña Beatriz de la Torre por tesorera«. Y así acabó la historia de estas monjitas okupas tan modernas.

Hay que decir, por último, que el manuscrito de Solano de Figueroa descansó en el archivo de la Catedral hasta que en 1910 (¡¡1910!!) tuvo una primera edición impresa, a la que siguió en 1927 la que hizo el Centro de Estudios Extremeños. Sin embargo, la edición definitiva puede y debe considerarse la que hizo Francisco Tejada Vizuete en 2013. Más información sobre esta publicación. Nosotros hemos seguido la edición de Vizuete. La historia del canónigo arrepentido se encuentra en la página 359 y la de las monjas okupas en la 440.

Así que la difusión y utilización de la obra de Solano no comenzó hasta pleno siglo XX. Y aún hay mucho por exprimir en el libro. Muchas microhistorias y muchas historias. Cuando paséis por la catedral, saludad a don Juan Solano, que le hará ilusión que le recordemos trescientos años después.

ACTUALIZACIÓN 04/06/2015

Como bien indica Álvaro Meléndez en los comentarios (otro investigador que pone este libro entre los primeros de su lista), si queréis saludar a don Juan Solano, no lo hagáis cuando paséis por la catedral de Badajoz, pues no está allí enterrado. En una pirueta del destino, quiso ser inhumado precisamente en la cripta de la iglesia del convento de jesuitas, es decir, en la iglesia del primitivo convento de Santa Catalina, la que sale en la fotografía de más arriba. Y la cripta sigue ahí (aunque no creo que de Don Juan Solano quede mucho). Así que, ya sabéis cuándo tenéis que saludar.

El libro de Solano es una fuente fiable para los acontecimientos entre los siglos XIII y XVII, sobre todo porque se apoya en documentos para escribirla


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